En “Alguien va a venir” lo que se dice no está precisamente en las
palabras sino en el lado invisible, que es lo importante, porque en lo
invisible está lo dicho. Basándose en la poética y la repetición del texto se
realizan continuamente pausas y reiteraciones como mecanismo para develar la
voz de la conciencia, para develar lo que está más allá del verbo poniendo en
duda las secuencias temporales, la verosimilitud de los recuerdos y la
naturaleza de la muerte.
La obra se
divide en cinco escenas sucediéndose a través de un tempo acompasado y un juego
constante de climas de interiores y exteriores. Los personajes como sin rostro,
aparentan ser voces con las que se trata de llegar a una forma en la que todo
se trama desde el interior. Personajes concebidos como espectros cuya austeridad
de recursos interpretativos los despoja de toda emocionalidad. Miradas
perdidas, a veces casi vacías. Con fuertes cambios de ritmo y de planos que
reflejan el estado emocional interior de cada uno de los personajes que nos
lleva a un mundo desordenado con fuertes altibajos y a menudo con bloqueos casi
imposibles de superar.
El vestuario
contemporáneo y la escenografía minimalista, precisamente para concentrar la
acción y resaltar el carácter intimista de las emociones de los personajes. No
nos remite a ningún lugar ni época concreta, más que a un acantilado sobre el
mar, pero como bien pretendía Fosse con esta obra, se trata de que los
elementos, las acciones, la interpretación de los personajes y la puesta nos
hagan pensar de lo local a lo universal a la vez..... Unicamente algunos
elementos colocados de forma aparentemente desordenada y dos paneles
semitransparentes a través de los cuales el espectador adivina un mundo
misterioso y oscuro como el interior de los personajes que se mueven sobre el
espacio escénico, en líneas paralelas y diagonales, como buscando un camino, en
un espacio abierto y desolador, laberíntico. Continuamente se perciben
diferentes perspectivas de la realidad según el momento.
Las luces y las
sombras largas y pesadas (inspiradas en las pinturas de tinte psicológico-existencial
de Edward Hopper y Eduard Munch) señalan la opresión de lo externo sobre la
fragilidad emocional de los personajes. El contraluz de algunas secuencias
remarca precisamente la contradicción eventual entre palabra y acción. Poco a
poco la luz va volviéndose más oscura y tenebrosa a medida que avanza la obra,
como muestra de que los personajes están cada vez más perdidos y atrapados en
sí mismos, sin escapatoria…
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