Nota de las directoras. María Garaventto y Marta Villar.



En “Alguien va a venir”  lo que se dice no está precisamente en las palabras sino en el lado invisible, que es lo importante, porque en lo invisible está lo dicho. Basándose en la poética y la repetición del texto se realizan continuamente pausas y reiteraciones como mecanismo para develar la voz de la conciencia, para develar lo que está más allá del verbo poniendo en duda las secuencias temporales, la verosimilitud de los recuerdos y la naturaleza de la muerte.
La obra se divide en cinco escenas sucediéndose a través de un tempo acompasado y un juego constante de climas de interiores y exteriores. Los personajes como sin rostro, aparentan ser voces con las que se trata de llegar a una forma en la que todo se trama desde el interior. Personajes concebidos como espectros cuya austeridad de recursos interpretativos los despoja de toda emocionalidad. Miradas perdidas, a veces casi vacías. Con fuertes cambios de ritmo y de planos que reflejan el estado emocional interior de cada uno de los personajes que nos lleva a un mundo desordenado con fuertes altibajos y a menudo con bloqueos casi imposibles de superar.
El vestuario contemporáneo y la escenografía  minimalista, precisamente para concentrar la acción y resaltar el carácter intimista de las emociones de los personajes. No nos remite a ningún lugar ni época concreta, más que a un acantilado sobre el mar, pero como bien pretendía Fosse con esta obra, se trata de que los elementos, las acciones, la interpretación de los personajes y la puesta nos hagan pensar de lo local a lo universal a la vez..... Unicamente algunos elementos colocados de forma aparentemente desordenada y dos paneles semitransparentes a través de los cuales el espectador adivina un mundo misterioso y oscuro como el interior de los personajes que se mueven sobre el espacio escénico, en líneas paralelas y diagonales, como buscando un camino, en un espacio abierto y desolador, laberíntico. Continuamente se perciben diferentes perspectivas de la realidad según el momento.
Las luces y las sombras largas y pesadas (inspiradas en las pinturas de tinte psicológico-existencial de Edward Hopper y Eduard Munch) señalan la opresión de lo externo sobre la fragilidad emocional de los personajes. El contraluz de algunas secuencias remarca precisamente la contradicción eventual entre palabra y acción. Poco a poco la luz va volviéndose más oscura y tenebrosa a medida que avanza la obra, como muestra de que los personajes están cada vez más perdidos y atrapados en sí mismos, sin escapatoria…

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